El feminismo se lleva bien con el concepto del género
El género, como una construcción social, se instituye como uno los principales ejes de la inequidad (como la clase o la etnia) que incide en numerosos procesos sociales, generando desigualdades entre hombres y mujeres en los diferentes espacios donde se desarrollan. Este trabajo se centrará fundamentalmente en la incidencia de la construcción de género en uno de estos espacios, donde más se evidencian las desigualdades: el trabajo. Por otra parte, El movimiento feminista, como movimiento político y corriente de pensamiento, puso de manifiesto la existencia de estas desigualdades, aportando la perspectiva de género como corpus teórico, que sirve de base para la denuncia y el enfrentamiento de tales diferencias.
Conceptos como género o perspectiva de género, sistema patriarcal, entre otros, constituyen las categorías fundamentales aportadas por esta escuela de pensamiento.
El género constituye un sistema de representaciones, normas, valores y prácticas, construido a partir de las diferencias sexuales entre hombres y mujeres, que establece relaciones jerárquicas entre ellos y garantiza la reproducción biológica y social. Esta construcción determina de igual forma los roles y funciones que mujeres y hombres deben cumplir en la sociedad. El problema principal no es el género, sino el sistema patriarcal de relaciones sociales que se establecen alrededor de este, relaciones de dominación que trastocan las diferencias sociales, convirtiéndolas en desigualdades sociales, con el fin de reproducir, mantener y legitimar las diferencias de poder entre hombres y mujeres.
A pesar de ello, gracias al quehacer del movimiento feminista como corriente de pensamiento y movimiento político se han alcanzado una serie de logros (Kandel, 2012):
Ruptura de las explicaciones biologizantes de las diferencias en las prácticas sociales masculinas y femeninas. Ruptura con los modelos que se suponen universales. Afirmación de que las diferencias entre hombres y mujeres se construyen socialmente y tienen una base material, no solo ideológica. Afirmación de que esas relaciones sociales se asientan sobre una relación jerárquica entre los sexos, siendo más bien una relación de poder.
Por otra parte el trabajo es una esfera social donde se genera un producto determinado y donde los agentes intervinientes establecen relaciones sociales en las que se manifiestan las divisiones sociales que se dan en la sociedad, originados a partir de las diferencias de género, clase social, etnia o edad. El trabajo es una actividad propiamente humana y un constructo cultural, que al igual que el género se encuentra sujeto a las transformaciones históricas, sociales, culturales y económicas de la sociedad (Téllez, 2001).
En el análisis de las desigualdades de género con respecto al trabajo es importante tener en cuenta y comprender la relación entre la esfera productiva y la reproductiva, siendo esta última tradicionalmente exclusiva de las mujeres. La división sexual del trabajo, la cual forma parte de la división social, constituye la parte de las relaciones sociales que articula estas dos dimensiones del trabajo.
La posibilidad biológica de la mujer de procrear y llevar a cabo procesos de embarazos y lactancia constituye el pretexto fundamental para que el sistema de relaciones patriarcal imperante, en un primer momento, designara a la mujer el espacio y las tareas domésticas de reproducción y cuidado familiar. La mujer se incorpora al mercado de trabajo cumpliendo la función de reproducción y producción.
En el periodo de la industrialización se distancia el puesto de trabajo del hogar, separando así las esferas de producción y reproducción, la consecuencia fundamental fue la exclusión de la mayoría de las mujeres de la economía reconocida y el hombre fue considerado como el sustento familiar principal, mientras que el resto de los salarios o ingresos fueron considerados complementarios. Contribuyendo así a la imagen tradicional del varón como padre de familia y proveedor económico y la mujer como ama de casa y cuidadora, redefiniendo de esta forma los roles masculino y femenino con respecto al trabajo (Kandel, 2012)
La noción de división sexual del trabajo concentra un tipo de relación entre la familia como ámbito de reproducción y el de producción, en dos sentidos: ‘’primero, porque tanto en uno como en otro el trabajo se organiza a partir de un criterio genérico; segundo, porque la división sexual del trabajo en el seno de la familia condiciona y limita las posibilidades de inserción de la mujer en el trabajo extradoméstico. ’’ (Ariza, Oliveira, 1999). Sin embargo, no es hasta la consolidación del movimiento feminista, que se comienzan a visibilizar nuevas prácticas y conceptos en este sentido.