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martes, 22 de mayo de 2018

Obispos a la desbandada

Por Lorena rey

El ya mediático caso del obispo chileno Juan Barros continúa produciendo titulares a nivel mundial, pues la trama de esta historia, sacada a la luz hace varios años, aún no queda totalmente esclarecida y cerrada. El más reciente suceso relacionado con esta polémica autoridad religiosa, acusada de encubrir los abusos sexuales perpetrados a menores de edad por el al sacerdote Fernando Karadima entre 1980 y 1990, involucra a la máxima autoridad eclesiástica del país en pleno.

Citados la pasada semana a una reunión con el mismísimo Papa Francisco en el Vaticano para tratar los errores y omisiones cometidos en el caso Barros, los 34 obispos de Chile fueron acusados por el máximo pontífice de negligencia y al concluir la reunión les entregó una carta cada uno.

Los obispos por su parte en conferencia de prensa desde la ciudad papal pidieron disculpas a Chile, a las víctimas y al Papa por el escándalo que se ha producido. Afirmaron que con esta decisión ponía sus puestos y sus destinos en las manos del Santo Padre; el decidirá por cada uno de ellos, agregaron. Sin embargo, sus renuncias no han sido aún aceptadas por Francisco.

En este 2018 el caso relacionado con el obispo Barros alcanzó su punto más álgido, cuando durante su visita a Chile en enero pasado el Papa se pronunciara a su favor y defendiera su inocencia recibiendo reacciones de desaprobación de sus fieles. Y es que desde hace años a este obispo se le ha cuestionado su vínculo con el sacerdote Karadima, acusado tanto por las autoridades policiales como eclesiásticas de abuso a menores. Por este motivo fue suspendido del ejercicio religioso de por vida. Sus víctimas acusan a Barros de haber conocido todos estos crímenes y haberse hecho el de la vista gorda todo el tiempo. Pero parece que ya ha sido imposible continuar escondiendo la basura bajo la alfombra.

Parece que este Barros tenía sus mañas, pues logró enredar al mismo Papa, aunque por poco tiempo. Luego de decantarse a su favor, tres meses después, en abril, el Pontífice no solo pidió disculpas por su errada apreciación, sino que abrió una investigación al frente de la cual colocó al investigador más experto del Vaticano, el arzobispo Charles Scicluna.

Como la novela de Umberto Eco, El nombre de la rosa, esta trama adquirió ribetes detectivescos, que tuvo como escenarios Los Estados Unidos y Chile. Como resultado Francisco citó a todos los obispos, pues quedó demostrado que habían incurrido en omisiones en la gestión de los casos y en abusos de poder y de conciencia.

Para muchas víctimas en este caso, ha sido la participación de los obispos obstruyendo el proceso una de las cosas más dolorosas. ¿Qué sucederá a continuación? Está en manos del Santo Padre, quien tiene en sus manos la responsabilidad de cerrar este triste capítulo en la historia de la iglesia chilena.