Las mujeres aún esperan su Viagra
Mientras muchos hombres -y sus parejas- celebran el vigésimo aniversario de la llegada de un pequeño rombo azul que “resucitó” vigores fláccidos o en decadencia, las mujeres aún esperan que aparezca su versión del Viagra, algún fármaco que las ayude a recuperar la libido, superar traumas y disfrutar el sexo a plenitud.
El asunto es que a veces no basta el amor y la pasión, sobre todo cuando el peso de tantos años impide levantar cabeza, literal y metafóricamente hablando. Por eso la irrupción del Viagra en el mercado causó tanto revuelo, y permitió hablar libremente sobre viejos tabúes como la impotencia y ciertas disfunciones eréctiles, ocultadas con vergüenza, porque pocas cosas traumatizan tanto a una sociedad machista como una virilidad por el piso.
Según cifras del laboratorio Pfizer, desde que la Administración de Drogas y Alimentos de Estados Unidos (FDA) les aprobó el 27 de marzo de 1998 la prescripción y venta de Viagra, han sido emitidas 65 millones de recetas. A todas estas, el auge de Internet y el porno on-line, más las ganas de recuperar la potencia perdida, ayudó a la comercialización y a hablar francamente del asunto, enfocado como una condición médica que puede ser tratada.
Concebido originalmente para tratar la hipertensión y la angina de pecho, el Viagra o Sildenafilo mostró desde sus primeros ensayos clínicos que mejoraba la erección de los pacientes. Claro, el principio activo de este medicamento incrementa el flujo sanguíneo y por ende la irrigación de los cuerpos cavernosos del pene, que crece y se endurece.
Hay quien sufre efectos secundarios, como dolores de cabeza y náusea, pero la mayoría no los sufre, y muchos estarían dispuestos a padecerlos por un buen rato de goce. Sin embargo, la píldora está contraindicada para quienes padecen del corazón, del hígado, quienes padecen de retinosis pigmentaria o los hipotensos. Lo de menos sería un caso de Priapismo (erección continua y dolorosa), lo peor puede ser un infarto o un derrame.
Por otro lado, las mujeres agradecen el retorno de la firmeza fálica, pero reclaman una alternativa para ellas, y que realmente funcione: en 2015 la FDA aprobó la flibanserina, que es comercializada en Estados Unidos con el nombre de Addyi, pero es demasiado cara y los efectos secundarios son inquietantes (náuseas, vómitos e instintos suicidas, entre otros).
El Addyi es básicamente un antidepresivo, lo cual pone de entrada un freno al alcohol, y no siempre resuelve el problema de sequedad vaginal relacionado con la menopausia, que puede hacer del coito un trámite doloroso y nada placentero. Para lidiar con el asunto ya se prescriben tratamientos hormonales o con láser para lidiar con el Trastorno del Deseo Sexual Hipoactivo, o sea, falta de apetito sexual, algo que muchos especialistas tienen razones para resistirse a considerar como una patología.
De vuelta al Addyil, es una píldora de curvas más suaves y color rosado, para reforzar el estereotipo sexista de la Viagra azul. En esa cuerda, ambas pastillas reflejan los clichés sexuales de género: el Viagra incide sobre lo físico, el Addyil sobre la mente. Aunque todos sabemos que al final, el sexo cuando es bueno, no es tan básico…