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jueves, 14 de junio de 2018

Un viaje a la isla de las calamidades

Por nelisuarezfonseca

Recuerdo cuando Barack Obama vino a Cuba. Recuerdo haberme inspirado para redactar las próximas líneas y recuerdo este cuento: Esta historia es basada en hechos reales, por tanto, cualquier parecido con la realidad es total coincidencia. No obstante, aclaro que dejo los hechos a mi subjetividad periodística, sin caer en la ficción. En un principio me negaba a dedicar mi tiempo a redactar sobre la siguiente experiencia. Pero cuando se volvieron experiencias, no pude sostener más mi factor x periodístico. Llegué desesperado por viajar a mi casa en Isla de la Juventud. Me anoté en la lista de espera de Espadero en La Víbora. No veía la hora por subirme a la guagua, llegar a Batabanó y arribar en el catamarán rumbo a Nueva Gerona y...

A las seis y media de la mañana del siguiente día fui esperanzado de escaparme entre los fallos y capacidades de la embarcación y dirigirme a ver a mis padres. Todo el día allí y no corrí con tal suerte. La muchacha nos dijo que esperáramos. Era de seguro que con un par de llamadas a la “empresa”, ellos afirmarían la venta de boletos para un transporte extra, y así sucedería. No fue hasta el amanecer del tercer día que la misma compañera recogería los carnés y daría venta a los pasajes de una embarcación que saldría a las tantas de la noche.

Sin perder las esperanzas, entregué mi identificación. Un poquito tarde pero la entregué. Entonces vino el milagro. Una cantidad suficiente de fallos aparecieron para la salida correspondiente de ese día. Sumé, resté y dividí, la cuenta me daba y “me iba en ese barco”, literalmente. A esa hora corre que se va el tren, digo el barco. Recogí mi equipaje en el cuartico de custodia al tiempo que saqué mi dinero y en un enredo de gritos, peleas y problemas irresolubles no pude viajar en esa mañana. ¿Cómo? No tiene otro nombre que falta de respeto. Sin embargo, llamémosle por otro calificativo: falta de eficiencia, de control, de eficacia y, lo siento mucho, pero de respeto. Y no solo una falta de respeto a los que llevaban tres días anotados en una lista de espera, que por muy de espera que sea fue creada con la posibilidad de viajar a falta de obtener un pasaje con tiempo o por problemas que se presentan y resulta la opción más viable para trasladarse a otra provincia a expensas de fallos y capacidades en la transportación.

Dice la muchacha de al lado que hubo quienes pagaron algo extra para el extra. No sé, no lo vi. Dice uno, que la señora que expende los pasajes y el resto de los que se dicen responsables de proteger al consumidor no tuvo actitudes correctas con quienes les reclamaron una explicación. Eso es cierto, ella necesita clases de comunicación interpersonal.

Lo que sí es cierto es que como yo, muchos no pudieron viajar esa mañana y no les quedó otra opción que guardar el equipaje, aventurarse por una Habana convulsa por la visita de Barack Obama y esperar a por las seis y tantas de la tarde.

Esta pesadilla no pensaba terminar y cuando regresé…

Un pequeño detalle: Isla de la Juventud es la segunda isla más grande de Cuba y la séptima isla más grande de las Antillas (después de Cuba, La Española, Jamaica, Puerto Rico, Trinidad y la isla de Andros). La isla se llamó Isle of Pines (Isla de Pinos) hasta 1978. Tiene un área de 2.200 km2 (850 millas cuadradas) y está a 50 km (31 millas) al sur de la isla de Cuba, al otro lado del Golfo de Batabanó. La isla se encuentra casi directamente al sur de La Habana y Pinar del Río y es un municipio especial (2.419 km2 (934 millas cuadradas)), que no forma parte de ninguna provincia y, por lo tanto, es administrado directamente por el gobierno central de Cuba. La isla tiene solo un municipio, también llamado Isla de la Juventud.